«Mi pulso se demora en los meandros de lo cotidiano en una indagación de lo real que a la postre conforme un retrato de los vericuetos de la existencia. Por eso avanzo una palabra detrás de la otra sin ninguna seguridad respecto de la que ha de sucederlas. Nunca la página había estado tan en blanco, porque nunca las palabras se habían apresurado con tanta pasión por descubrir. Por nombrar las avispas del desengaño que me habitan y comprender el garabato de sombra en el que me esclarezco. Por asumir la fractura que definen y desentrañar el espacio desde el que me asomo al mundo. Una grieta donde se evidencia nuestra herida y se reconoce a quien la purga. Donde se bebe del vaso que nos sostiene y la verdad se aclara. El acontecimiento que impulsa cuanto manifiesta la escritura. [...]»